No siempre es fácil escribir desde la perspectiva propia,
mucho menos si se ha sufrido en carne propia lo que muchos han pasado antes a
causa de la situación país que parece no querer terminar nunca, pero se hace el
intento, sobre todo cuando mí historia es la de casi 4 millones de compatriotas
que están regados por el mundo pudiendo estar aquí en Venezuela con sus
familias, amigos y en fin con los suyos.
Tampoco se puede pretender narrar una historia como la de
los Buendía en aquella Macondo llena de realismo mágico del Novel de Literatura
1982; lo cierto es que lo vivido en Venezuela durante el último año, entre mayo
de 2018 y mayo de 2019 es simplemente espeluznante, con mayor razón para el 98%
de los que aún aquí estamos, las historias son infinitas y más aún cuando no
imaginábamos ser los protagonistas de las mismas.
Para muchos como mí caso particular, cuando tuve que ver
partir a mis hijos en busca de una salida al actual desastre, la solución por
más dura fue irse, abandonar sus cariños, sus cosas, su familia, amigos, casa,
juguetes, instrumentos de música y un largo etcétera, para partir con una o dos
maletas llenas de sueños y también de incertidumbre y hasta inmenso miedo por
lo que se tiene que enfrentar.
Hay situaciones en los que el llamado duelo migratorio es
total y permanente, personalmente fui testigo de las lágrimas y tristeza de mis
muchachos al decir adiós a seres queridos que supieron en ese momento que no
volverían a ver jamás, a los abuelitos, incluso a las mascotas, créanme el
mundo se le transforma al más pintao y lo más triste es que no es por gusto que
se llega a tal circunstancia, es por obligación, por sentido de supervivencia
en muchos casos.
Dejar atrás a la familia más íntima, a los amigos cercanos,
es tal vez el duelo más duro de llevar, mucho más si hay que dejar hijos,
padres mayores, abuelos como señalé; con todo acumulado sin duda para algunos
será más difícil, pues todos ellos le dan seguridad, apoyo, cariño, comprensión
y confianza al que se va y eso es lo que más pega, el duelo visto de algún modo
es lo que podríamos llamar un duelo bidireccional, afecta a los que se van y
también a los que nos quedamos, de allí que para mí ya un año es como los “Cien
Años de Soledad” de García Márquez.
Sin duda alguna que el año que casi termina en cuanto a mí
ha sido uno de los peores de mi vida y también para muchos en nuestro país, la
situación en la que nos tiene inmerso el actual régimen, hace que más de uno
caiga en la desesperación, quizás con toda razón; pero en éste artículo de opinión,
quiero cambiar la óptica de tanta negatividad y pensar aunque sea brevemente en
que el cambio hacia un mejor país será posible y lo será si todos nos
involucramos en el esfuerzo para que así suceda.
Con mucha frecuencia trasladamos nuestras responsabilidades
como ciudadanos a otros, para que sean esos terceros quienes ejecuten y hagan
todo cuanto esté en sus manos para que se den los cambios, sin que nosotros
como seres pensantes hagamos y demos nuestro aporte, por eso es que se hace
imprescindible en los tiempos que vivimos que el concurso sea de "TODOS”,
es decir mis estimados lectores, que los cambios inician por nosotros mismos,
en nuestros hogares, con la familia, con los amigos y eso activará el efecto
multiplicador.
Ahora bien, algo si tiene que estar muy claro y es que para
obtener el éxito esperado, no sólo
depende de establecer metas, se trata muchas veces de aprender cómo hacerlo; no
tener las metas claras, es algo así como pretender salir a algún sitio y al
mismo tiempo no saber a dónde, por lo tanto es de suma importancia establecer
la ruta, crear los planes y proyectos necesarios para obtener los mejores
resultados; desde el preciso instante en que quedé sólo en el país comenzó esa
planificación para lograr reunirme de nuevo con los míos, sucederá pronto.
Cada día que pasa y con la crisis social, moral, económica y
política agudizándose, se exige de los que pensamos y queremos un mejor país
que tripliquemos o cuadrupliquemos nuestros esfuerzos desde el puesto que
desempeñe cada quien, ésta lucha es desde todos los frentes, comenzando por
nuestros hogares, es una lucha por sentar nuevamente las bases de la
cordialidad, de educación familiar, que parecen tan disminuidos hoy en día,
sólo así se podrá reconstruir el entramado social gravemente dañado por más de
20 años de locura revolucionaria.
Algo tan espontáneo como dar las gracias es sin duda
necesario en nuestros días y hasta eso se ha perdido, el trabajo que nos viene
no será nada fácil mas no imposible, por tal motivo en cuanto a las gracias se
refiere, siento que debo agradecer profundamente y siempre a todos mis amigos
virtuales, los que siguen y repasan semanalmente mis artículos de opinión,
también a los que no, gracias a ustedes es posible estar en las redes,
transmitir de modo simple lo que muchos quieren expresar y a veces no pueden
hacerlo, gracias especiales a mi editor de todos los días, quien me acompaña en
la maravillosa aventura de escribir, gracias hijo querido, aunque lejos
físicamente siempre estamos juntos, dios te bendiga, sin tú apoyo y labor mis
escritos no llegarían a quienes amablemente los leen, gracias.
Como reflexión final en medio de los preocupantes días que
transcurren y los sobresaltos que nos envuelven, me permito decirles que con
seguridad los negocios y el trabajo son importantes, pero nunca se debe olvidar
que lo más valioso e importante en nuestra vida deberían ser: la familia, los
amigos y demás seres queridos; en cada oportunidad que tengan regalen un
abrazo, una sonrisa, demuestren cariño y hagan saber lo valiosos que son y
cuanto significan para cada uno de ustedes, el afecto y sentimientos si son
verdaderos y profundos llenan más que cualquier cosa, así de simple y sencillo.
“Porque la soledad le había seleccionado los recuerdos, y
había incinerado los entorpecedores montones de basura nostálgica que la vida
había acumulado en su corazón, y había purificado, magnificado y eternizado los
otros, los más amargos".
“Cien Años de Soledad” Gabriel García Márquez (1927-2014)
Reinaldo J. Aguilera R. @raguilera68