Mamá, el otro
día, observando mi ombligo, me detuve a pensar qué pequeño y curioso testimonio
de una conexión, tan importante.
Una conexión
que me recuerda cómo comenzó mi vida…
Cómo comencé
a ser yo. Hoy es difícil imaginar que alguna vez fuera tan pequeño, que
dependía completamente de alguien…. Y ese alguien, eras tú mamá.
Estabas a mi
lado cuando ensayé mis primeros pasos, fuiste la primera persona que me hizo
reír, y escuchaste que la primera palabra que dije fue: Papá. ¡Perdóname mamá!
Me encanta
que la gente diga que me parezco a ti, porque es verdad, tenemos los mismos
ojos, las mismas orejas y la misma nariz.
Y si los
miras de cerca, verás que hasta los dedos de nuestros pies son parecidos.
Aunque si lo piensas bien, no es tan sorprendente, siempre seré una parte de
ti, porque tú me creaste.
Has esculpido
mi rostro con un millón de besos cariñosos, me has enseñado todas las cosas
importantes de nuestro mundo, y mi lugar en él, todo lo aprendí de ti, mientras
te escuchaba y te observaba.
Has
compartido conmigo todos los valores que te hacen tan especial: la bondad, el
perdón, la honestidad, la perseverancia, la consideración, y principalmente: La
paciencia.
También me
enseñaste que incluso el día más terrible, parece mejor con un vaso de leche
tibia y galletas. Tu serena filosofía de leche tibia y galletas mamá, me ha
ayudado a atravesar los momentos más difíciles, mucho más a menudo de lo que
puedas imaginarte.
Lo que trato
de decirte mamá, es que eres la base sobre la que se ha formado mi
personalidad, y sólo me queda una palabra: Gracias.
Gracias por
haberme colmado siempre de abrigo, de seguridad y de amor; por haberme dado
todo lo que necesitaba para crecer y desarrollarme. Gracias, porque siempre
estabas dispuesta a llevarme a todos lados, gracias por las exquisitas comidas
de las que te ocupabas con tanto amor, día tras día, año tras año y te
agradezco especialmente mamá, por aquel increíble aroma de pan recién tostado por
las mañanas; gracias por dejar a tu tesoro de dos años jugar con tus posesiones
más valiosas, y por no haber dicho: te lo dije, te lo dije, todas las veces que
hubieras querido. Gracias por levantarme cada vez que necesitaba un abrazo, o
ver algo desde la mejor ubicación, lo que seguramente no ha sido nada bueno
para tu espalda mamá.
Gracias por
volar o rescatarme cada vez que me oías gritar: quiero a mi mamá. Siempre has
sabido qué decir, o qué callar, para hacerme sentir mejor.
Gracias, por
tantos cálidos y amorosos abrazos, porque arreglabas juguetes y corazones rotos,
una y otra vez: Gracia mamá.
Gracias por mantenerme
siempre en pie, gracias por asegurarme que podría crecer y alcanzar el éxito en
cualquier cosa que me propusiera, si creía en mí, de la misma manera, en que tú
lo hacías.
Pero mamá,
los dos sabemos que, aunque nuestra relación ha sido maravillosa, no siempre
fue tranquila y perfecta. Porque yo, que soy la alegría de tus ojos, no siempre
te hice reír. Perdóname por las veces que te hice enojar, o por haber hecho que
te preocuparas por mí, y por todas las noches de insomnio que te causé.
Perdóname por haberme revolcado en el barro, después de que me hubieras puesto
mi mejor ropa y mis zapatos nuevos, y por preguntar: ¿Falta mucho, falta mucho?
Cada vez que salíamos.
Me arrepiento
de todas la ocasiones en que me puse insoportable, especialmente en los mejores
restaurantes; hoy me siento mal por las veces que te desperté a las cinco de la
mañana, el día de mi cumpleaños o en Navidad, o por todas aquellas noches en
que no había manera de que me durmiera… Perdóname por no haberte dado más
tiempo para ti misma, aunque fueran unos pocos momentos tranquilos para pensar…
Para soñar.
Ahora
comprendo a cuántas cosas renunciaste por mí, porque mi tiempo para jugar
siempre estuvo primero que tu tiempo para descansar, mis comidas eran más
importantes que las tuyas y mi entrenamiento para dejar los pañales estaba
absolutamente antes que nada. Cada vez que tratabas de relajarte, yo irrumpía
en tu habitación exigiendo: mamá me muero de hambre, mamá me aburro, mamá no
encuentro a mi mascota en ninguna parte, ¡levántate y ayúdame a buscarla ahora
mismo!
Hoy comprendo
cuántas cosas he logrado gracias a ti mamá, y quisiera tener más de una vida
para devolverte todo lo que me has dado.
Me mostraste
un mundo lleno de amor y maravillas, me enseñaste a encontrar mi propio camino,
y me has hecho mucho más feliz, de lo que puedas imaginar. Quiero que todo el
mundo lo sepa: Mi madre es la mejor mamá del universo… Gracias mamá… Gracias
por todo.
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