Para entender un poco el contexto de lo que analizaremos en
nuestra presente columna, tenemos como muchas veces lo hemos hecho, que partir
de la idea general e histórica, en este caso hay que referirse obligatoriamente
al “Contrato Social”; es la obra máxima de Jean-Jacques Rousseau escrita en
1762, donde habla de la igualdad y la libertad de todos los ciudadanos dentro
de un Estado, formado por medio de ese “contrato” entre los que lo componen.
Por lo importante de los temas tratados, el autor compilo la
obra en 4 libros, pero el tercer libro, por su parte, es el más extenso de
todos. Habla de las diferentes formas de gobierno que pueden existir. Rousseau
acaba por concluir que el gobierno no es otra cosa que “el ejercicio legítimo
del poder ejecutivo”. También es muy crítico respecto a la extensión y poderes
que puede alcanzar el ejecutivo, ya que para él: “Cuanto más crece el Estado,
más disminuye la libertad”, igualmente establece cuáles son las características
básicas de un buen gobierno.
Rousseau profundiza su análisis pasando del simple Gobierno
al concepto de Estado, señala que cuando ese Estado deja de cumplir con su
función, se rompe lo que se denomina el vínculo social, esto sucede y cito:
“(…) cuando el más vil interés toma descaradamente el sagrado nombre del bien
público, entonces la voluntad general enmudece, todos, guiados por motivos
secretos, dejan absolutamente de opinar como ciudadanos, como si el Estado no
hubiera existido jamás y se hacen pasar actuando con base a leyes o decretos
que no tienen más finalidad que el interés particular” – fin de la cita.
Vemos pues, que lo que se viene configurando en la Venezuela
actual no es más que un quiebre acelerado y descontrolado del contrato social
propuesto, con el agravante de que quienes se ven ya descubiertos en el
ejercicio de sus funciones, no quieren admitir los fracasos de dicho esquema y
en segundo lugar no están dispuestos a dejar el poder por los mecanismos
constitucionales vigentes, lo que es muy grave.
Entre las tantas carencias y dificultades por las que el
régimen actual está haciendo pasar a la mayoría de los venezolanos, la que se
encuentra en el foco mundial en éste momento es la que tiene que ver con el
masivo éxodo de personas huyendo del país, que se cae a pedazos con los días, esto
configura algo palpable para todos y es la incapacidad para gobernar, para
resolver los problemas más elementales de la vida común, como lo es la
distribución de la electricidad por sólo dar un ejemplo.
Por años el Chavismo/Madurismo gobernante, ha manipulado la
información y no ha asumido la responsabilidad que le corresponde, ya lo que es
público y notorio es imposible ocultarlo y ellos lo saben, la destrucción no
tiene que ver solamente con el sistema de producción o de un área específica,
la crisis es a todo nivel y está en todas partes.
Las empresas básicas de la Corporación Venezolana de Guayana
se encuentran en cierre técnico, el grupo de empresas prestadoras de servicio
eléctrico conformadas ahora en Corpoelec no dan pie con bola, la CANTV Socialista
ni se diga y así todo, absolutamente todo lo que el mal gobierno bolivariano ha
tocado lo destruyó, no funciona, no genera nada que no sean pérdidas, el
experimento fue negativo y los perjudicados hemos sido todos.
Ya el “Pueblo” se dio cuenta del engaño, de que las medidas
populistas no son nada serias, que no sirvió para nada tanta alharaca
revolucionaria, pues solo funcionaba si había dinero, pero ante la realidad
económico-social y la falta de recursos se desplomo tal revolución y con ella
van en declive sus aliados de otros gobiernos del hemisferio, de los cuales
solo el de Bolivia aún parece permanecer.
Lo que si es cierto es que se agudiza la crisis de
gobernabilidad en nuestro país, la cual viene dada por esa desconfianza que hoy
en día existe de los ciudadanos hacia el gobierno del presidente Maduro que
luce atado de pies y manos ante una verdad inocultable.
En este contexto, vale la pena destacar que ya no hay mito
que valga de parte de este mal gobierno, ni el de la conspiración para
derrocarlo, ni el de la invasión desde el “Imperio” y mucho menos los famosos
intentos de magnicidio que nunca sucedieron, ya nadie se come el cuento; lo que
sí es real es que el gobierno se está desmoronando, se cae a pedazos solito día
con día y sin ayuda, con el paso de las horas se descubren más casos en cuanto
al mal manejo de los asuntos públicos, escándalos que hacen que uno pierda la
capacidad de asombro.
Aunque muchos, como en mi caso, no confiamos en el árbitro
electoral actual, vemos cómo el régimen sí y por esa vía pretende continuar
abusando, jugando a perpetuarse en el poder a costa de lo que sea, incluso del
fraude continuado.
Siempre hemos mantenido que la vía electoral es la única
menos traumática para generar un verdadero cambio de gobierno en nuestro país,
pero en las condiciones actuales y sin las garantías necesarias, esa
posibilidad no es manejable por el momento.
Existen otras vías quizás más rápidas según algunos, pero no
son las mejores, además que entraríamos en una espiral de violencia que es el
terreno adonde al régimen le gustaría tenernos y así justificar sus acciones,
habrá que esperar y en su momento vendrán unas verdaderas elecciones donde los
ciudadanos ejerceremos el sagrado derecho de elegir sin presiones ni malas
mañas nuestro destino.
Desde la institucionalización del sufragio universal,
directo y secreto, la Democracia Venezolana creyó que su reinado había llegado,
la realidad nos ha demostrado que no fue así; se creyó que lo único de real
importancia era discutir y elegir a los hombres encargados de dirigirla sin
problemas, lo que ocurre en una Venezuela otrora próspera es la prueba de que
es necesario involucrarse de nuevo en los asuntos públicos, los ciudadanos no
debemos dejar esos espacios, pues cuando se toman decisiones equivocadas todos,
léase bien todos sufrimos las consecuencias.
Se hace por lo tanto urgente retomar un nuevo esquema y
suscribir un nuevo contrato social, verdadero, transparente, equilibrado,
amplio y suficiente para generar las condiciones de calidad de vida, de
prosperidad y gobernabilidad necesarias para alcanzar las metas y objetivos que
nos coloquen como sociedad y como nación en el lugar que merecemos. Así de
simple y sencillo
Reinaldo J. Aguilera R.
@raguilera68
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